martes, 19 de mayo de 2009

Bésame, bésame mucho...


Desde siempre se ha considerado el acto de besar como un arte. Sin embargo, en la actualidad existe una ciencia llamada filematología, que se dedica al estudio científico de los besos.
La filematología, entre otras cosas, explica como funcionan la gran cantidad de químicos que están relacionados con el acto de juntar nuestros labios con los de otra persona. Las endorfinas son las primeras sustancias de la lista y éstas son las que, al ser liberadas en nuestro torrente sanguíneo, causan una agradable sensación de bienestar. Por otra parte, la noradrenalina y la feniletilamina, que también son liberadas durante el acto de besar, estimulan la sensación de placer, así como el estado de buen humor, muy característico de las personas emparejadas que se besan muy a menudo.
Por el contrario, se ha comprobado que el beso, y estamos hablando del beso con lengua, reduce los niveles de cortisol, una hormona asociada al estrés.
Pero las sustancias que juegan un papel fundamental durante la práctica de besar son otras tres: la testosterona, responsable del deseo sexual tanto en el varón como en la mujer; la dopamina, que está más vinculada al amor pasional y, a veces, al amor obsesivo; y la oxitocina, una hormona vinculada al apego y que podría ser la responsable química de la duración de las relaciones. Estas tres sustancias, además, aumentan sus niveles durante el ejercicio del beso.
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Sin embargo, las observaciones de la filematología van mas allá, y es que también postula alguna teorías acerca de que los besos sirven, aunque no nos demos cuenta, para elegir y evaluar a nuestras parejas.
El intercambio de fluidos en un beso hace que la testosterona que contiene la saliva del hombre despierte el apetito sexual en la mujer. Mientras que la saliva de las mujeres contiene estrógenos, lo que ayuda, en cierto modo, a que las personas que se besan tengan una cierta idea (inconscientemente) acerca del grado de fertilidad de su pareja.

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